Le besé. Le quería, había preparado una sorpresa para mí. ¿Cómo era posible?, todo aquello no parecía real. Le amaba tanto, era tan importante. No podía dejar de besarle y de darle las gracias por aquello.
Álvaro: ¿Te gusta?
Yo: No me gusta, me encanta.
Álvaro: Esto es todo para ti.
Yo: Gracias.
Álvaro: Te quiero.
Yo: Yo si que te quiero. Muchas gracias.
Álvaro: Gracias a ti por hacerme sentir así. Bueno que te parece que nos sentemos a cenar...
Yo: Esto... Sí.
Me dio un último beso y me ofreció la silla para que me sentase y él lo hizo a continuación de mí justo, en frente.
Yo: Álvaro... es todo tan hermoso.
Álvaro: Gracias, pero lo más bonito de aquí ahora mismo eres tú.
Yo: Álvaro te quiero.
Álvaro: Te quiero.
Mientras cenábamos estábamos hablando de como lo había preparado todo, cómo se le había ocurrido hacer eso, si solo ha tenido unas pocas horas y esto estaba recién preparado...
Yo: Entonces has tenido de compinche a Blas, ¿no?
Álvaro: Pues si, me ha ayudado mucho con todo esto, es mi hermano. De hecho ahora debe de estar contándoselo a los demás lo de esta sorpresa. Mañana van a ser todo preguntas.
Yo: Si se ve que os lleváis todos como hermanos. Todos sois geniales.
Álvaro: Gracias. Espero que te guste la cena.
Yo: Sí, de nuevo gracias Álvaro por esto, es maravilloso.
Álvaro: Solo es algo pequeño para la personita que se ha convertido en lo más importante.
Yo: Álvaro, te quiero.
Se levantó de su silla y se dirigió hacia mi para besarme, yo me levanté parra besarle. No podía dejar de besar esos labios tan irresistibles, eran pura heroína para mí.
Nos sentamos en el suelo a contemplar el cielo abrazados en una manta en el suelo dándonos un millón de besos. Estábamos bien, pero empezaba a hacer frío y me dijo que si mejor bajábamos a la habitación. Yo no tuve problema.
Álvaro: Empieza a hacer frío, ¿Nos vamos para la habitación?, no quiero que te resfríes.
Yo: Álvaro lo que tu quieras, contigo vivo en un paraíso.
Álvaro: Pues bajamos entonces ¿No?
Yo: Sí.
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